domingo, 25 de noviembre de 2012


Hola, me llamo Agustín

Agustín tiene ganas de jugar. Como para cualquier otro niño, una pelota blanca es su gran pasión, con la que trae de cabeza a sus padres. Su principal distracción es lanzarla con fuerza a los cristales de la casa, y ya ha roto más de uno… Agustín, en cambio, se diferencia de la mayoría de niños en que no puede hablar. Tiene 7 añitos, es de Pilas, y un derrame cerebral estando aún en el vientre de su madre le privó de comunicarse con palabras y de una vida normal, como la de los demás niños.
Escuchar a su hijo decir mamá y papá. Ésa es la gran ilusión de Antonia y Jesús. Para ello, han comenzado una campaña de recogida de tapones de plástico para recaudar dinero con el que sufragarle una terapia con el logopeda. "Los médicos nos dicen que Agustín tiene muchas posibilidades de hablar. Si eso no puede ser, al menos nos gustaría comunicarnos con él mediante signos, porque es mucha la impotencia que siente él y sentimos nosotros cuando no logramos saber qué es lo que pide", narra el padre del niño, desempleado desde hace dos años, con la casa y el coche embargados.
Es imposible no sentir debilidad por este luchador desde el primer instante en que se le ve. Y más, después de oír de boca de sus familiares una historia de supervivencia que comienza unos días antes del 3 de junio de 2005, fecha en la que nació.
A los seis meses de gestación, a la mamá le detectan la enfermedad de albúmina (retención de proteínas). Le produce una subida de tensión muy grande y desemboca en un derrame cerebral en el niño. A partir de ahí comienza la lucha de Agustín, y de la madre, que también tuvo en riesgo su vida. Provocan el parto y, a los cuatro días de estar en la UCI de neonatos del Hospital Virgen del Rocío, lo intervienen del derrame.

Seis meses en una incubadora

Con tan pocas horas de existencia, ya ha superado por primera vez una situación límite, que se vuelve a repetir al poco tiempo. Como consecuencia de la intervención antes narrada, a Agustín le entra una infección con ataques epilépticos incluidos que casi acaban con su vida.
Posteriormente, de nuevo infección de estómago, quirófano y máximo riesgo. El motivo, un pedacito de plástico que le dejaron dentro y que le necrosó 35 centímetros de tripa. Pero el niño sale adelante y, tras vivir sus primeros seis meses en una incubadora, por fin puede ir a casa.
«Mi hijo es un superviviente porque ha superado 25 operaciones (todavía le aguarda alguna más). Su alegría nos da ánimos para seguir luchando», cuenta emocionada la madre. "Agustín es risueño, cariñoso, transmite una felicidad inmensa. Los neurocirujanos nos han dicho que si no llega a ser por la fuerza del niño, no hubiera salido adelante".
Si duras fueron las interminables horas de hospital, más lo fueron las realidades que los doctores les transmitieron. "Como eran tantas las complicaciones que se le presentaron, tuvieron que aplicarle técnicas nuevas. Nos contaban que algunos niños en la situación de mi hijo se quedaban en el camino y otros seguían", empieza la madre. "Nos decían también –prosigue, con la voz entrecortada, su tía Ana– que, como no probaran esas técnicas ahora, los niños del futuro con problemas similares no mejorarían su calidad de vida. Nos recalcaban que Agustín ha progresado tanto porque, antes, otros niños murieron tras pasar por experimentos médicos". Terrible.
"Yo agradezco lo que hicieron con Agustín porque, gracias a Dios, ha salido todo bien. Pero, y ¿si no hubiese sido así?", se pregunta el padre.

La madre, despedida de su trabajo tras el parto

La necesidad económica les ha llevado a promover una campaña de recogida de tapones (si algún lector lector quiere ayudarles, se puede dirigir al teléfono 627045685 o a la calle Joaquín Turina, nº 24, de Pilas). El jefe de familia, herrero de profesión, cerró su negocio cuando ocurrió lo del pequeño. Desde entonces, trabajó para el Ayuntamiento y ahora acumula casi dos años parado. Antonia (a la que despidieron de su empresa a raíz de los muchos meses que vivió en el hospital recién nacido su niño) está echando la campaña de Navidad de Inés Rosales, pero a finales de noviembre se le acaba el contrato. Antes, estaba también en el paro.
Es decir, los ingresos de la casa se reducen a 440 euros (antes de los rectores eran 520) provenientes de la Ley de Dependencia. Poca cosa teniendo en cuenta que sólo la leche especial que toma Agustín les sale por 600 euros al mes. "Preferimos no saber cuánto dinero gastamos en las necesidades del niño. O si no, nos amargamos". "Salir a la luz pública era nuestro último recurso», cuenta, entre la angustia y la esperanza, Jesús. Lo hacen por Agustín, porque quiere ser como los demás niños.


El principal objetivo de esta noticia, es la necesidad de saber que a pesar de la nefasta situación económica y social que estamos viviendo todos, siempre habrá personas que lo estén pasando peor que nosotros, como es el caso de esta familia, la cual carece de ingresos ante la necesidad de pagar un tratamiento que de solución al problema de su hijo. Por ello, pienso que nunca debemos dejar de ser solidarios con los que menos tienen o los que mas necesitan (como en este caso), y que siempre debemos hacer todo lo que este en nuestra mano para construir una sociedad mejor y mas justa.